Tres pasos
Nuevo álbum de Checopolaco
a la venta el 8 de febrero.
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Biografía
Checopolaco es el proyecto en solitario de Julián Méndez, bajista de Los Planetas desde 2010, y ex miembro de Lori Meyers, grupo del que fue co fundador en 1998, y donde se mantuvo como bajista y teclista hasta 2006. Buena muestra de su calidad como músico es su colaboración en discos de Antonio Arias, Soleá Morente, Sr. Chinarro o La Bien Querida. Co productor de discos tan míticos como Viaje De Estudios y Hostal Pimodan de Lori Meyers, Julián continúa con esta labor desde su estudio en Loja (Granada), LojaSound.
Este proyecto en solitario que arrancó en 2009, tras varios discos publicados y unos años de espera, prepara ahora la salida del que será su tercer larga duración en su carrera como solista y que será coeditado por El Ejército Rojo y Loja Sound.
Nota de prensa
Lo habitual es vincular el disco que se pretende promocionar a un catálogo de referencias de extraordinaria y singular calidad, igualando los rasgos más sobresalientes de unas y otro. Si no se cae en la exageración, resulta razonable, justo y conveniente para el disco. Incluso si se traspasan los límites de lo verdadero, el contexto disculpa la falta. Sin embargo, un disco como Tres pasos (El ejército Rojo/Lojasound, 2019), de Checopolaco, obliga a renunciar a lo habitual para arrojarse a lo extraordinario.
“Tres pasos quedan, tres pasos para llegar hasta el cuarto”, canta Julián Méndez sobre un fondo musical que anticipa el poderoso equilibrio entre solemnidad y fragilidad que caracteriza a todo el álbum. Es el primer verso de Avance, la canción que abre el disco. En solo un paso, solo un verso, realizando como si tal cosa un perfecto ejercicio de coherencia interna, cierra el círculo: recupera el movimiento tras algunos años de pausa y silencio, define el progreso que este disco, por composición, contenido y ejecución, representa en su trayectoria; y adelanta una soberbia colección de canciones que, suponiendo que al otro lado queden más de cuatro gatos abiertos de orejas y con el mínimo de sensibilidad necesario para no ser considerados cuerpos inertes, debería estremecerlos a todos y sonrojar a más de uno. He aquí lo extraordinario.
[Para cuando terminé de escuchar por primera vez esta primera canción de Tres pasos ya me había convertido en Jonathan Shields, el personaje que interpreta Kirk Douglas en Cautivos del mal (The Bad and the Beautiful. Vicente Minelli, 1952), y daba vueltas por la habitación diciendo en voz alta: “estupenda producción. Estupendamente escrita, Julián. Estupendamente interpretada”. En poco menos de cuatro minutos Checopolaco me había volado la cabeza].
El resto es la obra de plenitud de un Julián Méndez inspirado y sereno como nunca antes, con lo mejor de sus dos primeros álbumes como invisibles cimientos y el piano como viga maestra sobre la que melodías y arreglos sublimes se acomodan a una infrecuente forma de disponer el tiempo, inédita en el pop en español reciente. Apabullantes canciones que provocan, tal vez, un exceso de adjetivos elogiosos en esto que, por otra parte, no es más que una nota promocional, ni carta de amor ni ensayo, que me obliga a ir al grano y escribir “beba Coca-Cola”. Es decir, “escuche Tres pasos”.
Si esto no le basta, si después de todo usted necesita un poco más de lo de siempre, una referencia que haga sombra a este disco que, a su vez, puede hacer sombra a la mayor parte de los que usted ha escuchado, posee o ha oído comentar por ahí últimamente, por mí no va a quedar: piense que, más de cuarenta años después y en riguroso español, un nuevo Pacific Ocean Blue (Dennis Wilson, 1977) se publica para nuestro uso y disfrute.
Tres pasos, Checopolaco de nuevo en el camino.
Manu Ferrón
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