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Fotografía Juan Pérez Fajardo

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Una semana en el motor de un autobús

Y si esto te hace daño, si te puedo hacer sufrir…

Como casi todas las cosas buenas de la vida, el repertorio de Una semana en el motor de un autobús fue sedimentando lentamente en mí, por la  insistencia de un amigo quince años más joven y la pertinaz dialéctica de J cuando nos encontrábamos en festivales o entrevistas, sincero y tajante hasta desarmarte en su empeño perfeccionista y singularidad defendida a caraperro. J es la clase de persona que no puede fingir ser algo que no es, de ahí su controvertida figura. Esta es la escala real del artista: no atender más a que tu propio instinto, tu confusión, tu búsqueda de equilibrio en el alambre.

Cuestionemos, pues, que Los Planetas sean otro grupo generacional: quizás lo fuesen durante diez años, o diez minutos, pero su trayectoria posterior les ha convertido en otra cosa, más interesante. Han llegado a ser una grandísima banda, aunque J nunca fuese un buen cantante, más bien tremendo y reticente comunicador. En la tóxica neblina de iridiscentes destellos en que se arrebujan sus letras, a la par realismo y misticismo, resida posiblemente el enigma. El esfuerzo requerido hace de su comprensión una suerte de recompensa, conexión que difícilmente se olvida. Las letras ¿autobiográficas? de J ofrecían una nueva perspectiva a la canción de amor popular, donde el rencor no se disimula, es motor de emociones, catarsis para sobreponerse a los celos, la pérdida, la rabia. Será el público quien convertirá en himnos Segundo Premio, Cumpleaños Total o La Playa, a partir del lejano verano de 1998, diez años antes de la crisis económica. El oyente es, al fin y al cabo, quien sella una canción.

Pese a representar en el imaginario colectivo el epítome de lo indie, Los Planetas fueron tan solo una banda de Granada que partía del rock anglosajón de su adolescencia para cimentar un soberbio mundo propio. Años antes, en la irrupción del punk, se había constituido una infraestructura alternativa a la gran industria discográfica. Sin embargo, cuando J y Florent viven la génesis de la moderna escena granadina, el indie es ya una utopía de pureza ideológica que no podrá sobrevivir a su notoriedad. Sin asomo de contradicción, Los Planetas firman con una multinacional en cuyo seno serán ferozmente independientes. Y ahí siguen, espinosos y bravos, no fiándose ni de su sombra.

La madurez de la mal llamada generación indie llega cuando se va arrinconando el chapurreado en inglés, aquellos grupos acomplejados ante su propia realidad que emulaban sin rubor los patrones anglosajones, fuesen Jesus & Mary Chain o Pixies. La refundación no se consolida hasta que Los Planetas le pierden el respeto a la ancestral tradición flamenca y la exploran y asimilan, juntando lo sagrado con lo profano. Esa aventura comienza en Una semana en el motor de un autobús, cuya gestación se vive con desazón: el distanciamiento de Florent —J parece desdoblarse en su alterego guitarrista, véanse Desaparecer y otras—, los desencuentros con la discográfica, la urgencia de consolidar lo ganado en sus dos primeros discos.

Se busca una suerte de trance en el que ruido y tonada se confundan, invención del creador de electrizantes texturas y tonalidades Florent, algo parecido a lo que decía Morente de Sonic Youth, que al descubrirles sintió que ya les conocía de siempre. Y se consolida la formación que todavía pervive, con Eric Jiménez (batería) y Banín (teclados). La grabación tiene lugar en enero de 1998, en los estudios Zabriskie Point de Nueva York, bajo la supervisión del productor Kurt Ralske. Sin embargo, aquel embelesamiento lorquiano con la gran metrópoli llevará al desencanto y a la búsqueda de las raíces propias. Vuelven a Granada con la idea de que la música anglosajona es un imperio en decadencia y deben alejarse de su influencia. Y descubren su lugar en el mundo, la fructífera frontera andalusí entre Oriente y Occidente.

Seguimos al protagonista de Una semana en el motor de un autobús durante siete días de ausencia y dudas, desfase y euforia, rabia y reflexión, alzas y bajones. Tan dramáticas estaciones cuajan en un todo inquebrantable, llegando a ese estado de ánimo que contagian Toxicosmos, Línea 1 y La copa de Europa, abrumadora escena final del conflicto personal que devendrá universal. ‘’Al ponerlo en música y palabras, desaparece’’, dice J. ‘’Cuando una canción es buena, te ofrece una solución, por eso te gusta tocarla, escucharla’’.

Sabemos que el dolor se olvida, no se recuerda con exactitud, pero a veces queda inscrito en una obra de arte. Desde 2013, Los Planetas lo han revivido en conciertos monográficos, ahora aliados con una orquesta sinfónica. Prueba de que sus misterios siguen vivos, sus secretos sin desentrañar. Y, sobre todo, de que Florent y J no olvidan lo que ‘’los dos podíamos hacer’’.

Ignacio Julià

El proyecto

El 13 de abril de 1998 Los Planetas editaron Una semana en el motor de un autobús, y el indie en España se hizo mayor. Fue un estirón repentino, como el que sigue a una fiebre exagerada (no es casual que el proceso de creación del álbum estuviera lleno de turbulencias). Canciones como Segundo premio, La playa o La copa de Europa poseían una densidad eléctrica y una gravedad emocional sin parangón, enfrentando a sus autores y a toda una generación de oyentes con una crisis amorosa y existencial entendida como una cuestión épica /Gerard Casau

Una semana en el motor de un autobús fue elegido disco del año en las cabeceras más prestigiosas, y todavía hoy es imprescindible referirse a él cuando se habla de la escena española. Se ha reeditado en diversos formatos y hay un libro dedicado a él. En 2013, coincidiendo con los 15 años de su aparición, Los Planetas lo interpretaron en su integridad en Primavera Sound.

Parecía imposible encontrar otra ventana para mirar la obra, pero en 2018/19 el grupo explorará el Toxicosmos desde una nueva perspectiva, de una manera inesperada, única e irrepetible.

Los Planetas, junto a un grupo de compositores-arreglistas especializados en orquestación, han adaptado el disco completo para poder interpretarlo en dos formatos diferentes, para Orquesta sinfónica y coro, o para quinteto de cueda y piano.

Arreglistas:

Germán Tejerizo, David Montañés, Alonso Carmona

Gira 2018/2019

No shows booked at the moment.

Fotos de prensa (Juan Pérez Fajardo)

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